Hace un tiempo, Jonathan me nominó a realizar una lista con siete de mis manías como lectora. A raíz de eso, me puse a reflexionar y he acabado creando otra lista similar, pero con las manías que tengo a la hora de escribir:

Ruido

El silencio me desconcierta. Cuando no hay nada que ralentice mis pensamientos, mi cabeza acaba o bien volando demasiado rápido para mi mano, o bien (la mayoría de las veces) atascada en un solo punto e incapaz de avanzar.

Esto se debe, quizás, a que empecé a escribir aprovechando los ratos muertos de clase (o incluso mientras el profesor explicaba), cuando a mi alrededor siempre había un murmullo de voces. Mi etapa en el instituto y la universidad fue la más productiva, mientras que sola en casa y en silencio apenas me salen un par de líneas. Así que, mientras escribo, siempre pongo un poco de música de fondo (preferiblemente canciones conocidas que no me impulsen a prestarles atención para escuchar la letra).

Lápiz y papel frente a ordenador

No tengo ningún problema en escribir a ordenador, pero de siempre me resulta más cómodo y agradable el lápiz y el papel. Escribo más rápido (al ritmo de mi mente) y además prefiero el tacto suave de las hojas al plástico duro del teclado. ¿Tiene que ser necesariamente a lápiz? Pues no, en realidad no, también me vale un boli negro o azul, pero tipo Piloy y/o de punta fina, que se deslice bien sobre las hojas y no tenga el trazo demasiado grueso, ya que mi letra tiende a ser pequeña y apretada.

Releer

Cada vez que retomo la escritura de algo que he dejado a medias, tengo que releer todo lo anterior para reintroducirme en la historia y retomar el hilo. Esto a veces es un problema cuando escribo relatos largos, ya que tardo más en releer que el tiempo que luego tengo para escribir, pero en casos así me conformo con leer como mínimo los dos últimos capítulos.

También tengo que contenerme para no realizar modificaciones sobre lo escrito, ya que eso es mejor dejarlo para cuando el texto está acabado y toca pulirlo, aunque al final siempre acabo modificando algo.

Comida siempre a mano

Cuando trabajo, mi mente necesita combustible. No puedo sentarme ante la libreta (o ante el ordenador) sin tener a mano aunque sea una bolsa de quicos o patatas. Me sucede lo mismo cuando estudio o cuando me documento para algo; si tengo comida cerca, me concentro mucho mejor.

Cualquier lugar es bueno

Ya dicen que la inspiración es caprichosa y hay que estar siempre preparado. Por eso procuro ir siempre preparada y tener a mi alcance algo en lo que escribir. He llegado a crear relatos enteros andando por la calle en la aplicación de notas de mi teléfono.

Mejor por la tarde

Mucha gente se siente más despejada por la mañana, después de descansar toda la noche y levantarse con la mente en orden. No es mi caso.

Por la tarde, cuando el sol ya va descendiendo, suelo encontrarme más inspirada y motivada para sentarme a escribir.

Muchas notas y fragmentos, pero ningún esquema

Cuando empiezo a escribir algo, suelo hacerlo a partir de alguna idea que me viene de repente a la cabeza. Voy tirando de ella hasta ir sacándole una trama, una evolución o lo que sea. En consecuencia, tengo anotaciones repartidas por diversas libretas, hojas, agendas e incluso en las notas del móvil; anotaciones que a veces abarcan incluso varias páginas o capítulos enteros (no necesariamente del inicio del relato o novela).

Por el contrario, no soy capaz de crear un esquema previo de la historia, con todos sus puntos y giros, y luego seguirlo. Son pocas las ocasiones en las que me he dibujado ese esquema o una cronología, y siempre acabo desviándome.

 

Y hasta aquí siete de mis manías. Seguro que tengo más, pero quizás estas son las más evidentes. Y para seguir un poco con la línea del TOP7 anterior, voy a nominar, como no, a su autor: Jonathan.

¿Y vosotros, escribís? ¿Tenéis alguna manía al hacerlo? Podéis dejarlas en los comentarios y, si os ha gustado el TOP, hacerlo en vuestros blogs (no olvidéis dejarme el enlace para que pueda leerlo).