El mes de abril llegó y pasó, y con él, el libro que tocaba leer para cumplir con el reto: un libro escrito por un premio Nobel.
Esta vez, el afortunado ha sido La hojarasca, de Gabriel García Márquez, premio Nobel de literatura en 1982.
He rescatado este libro de mi biblioteca personal, donde reposaba desde que lo encontré en una tienda de libros de segunda mano hace algunos años. Quizás he tardado tanto en leerlo porque mi primer encuentro con el magnífico Gabo no fue, ni mucho menos, magnífico. Más bien fue trágico, seguramente debido a que ni mi madurez personal ni las circunstancias que rodearon la lectura de Cien años de soledad no fueron las más indicadas. Pero eso es otra historia.
No es necesario decir mucho sobre Gabriel García Márquez, son pocos los que no conocen su obra, aunque solo sea de oídas.
La hojarasca es su primera novela, escrita en 1955, donde se empieza a perfilar su estilo único y se nos presenta, por primera vez, Macondo, ese pueblo ficticio que es casi un personaje en sí mismo y un reflejo de la sociedad latinoamericana del momento.
La historia narra cómo, tras la extraña muerte del médico (cuyo nombre jamás llegamos a conocer), tres miembros de una familia del pueblo se disponen a preparar su entierro, en contra de la voluntad de todo Macondo.
Lo innovador de este libro, especialmente cuando apareció, es que cuenta con tres narradores, los personajes principales del libro, que emplean el discurso interior para explicarnos, desde su punto de vista personal y sesgado, qué está sucediendo y desvelar, aunque nunca del todo, el misterio que rodea al médico y su muerte. Son tres voces que representan tres generaciones distintas y que narran las cosas influenciados por los recuerdos y las ideas que les corresponden:
El coronel representa la primera generación, anterior a la «llegada de la hojarasca», que contribuye a la formación y expansión del pueblo, representante de las antiguas familias de Macondo, veterano de la guerra, respetado por ello por todo el pueblo.
Su hija Isabel representa la segunda generación, que ha crecido en la abundancia y el esplendor que trajeron consigo «la hojarasca» y la compañía bananera, aunque sin mezclarse nunca con ellos, y ha visto el declive, en apariencia inevitable, del pueblo tras la desaparición de la compañía.
Finalmente el niño, hijo de Isabel, que es quien abre y cierra la novela, refleja el momento presente, ignorante, hasta que su madre le dijo que le acompañase al entierro, incluso de que alguien habitase la casa de la esquina que permanecía cerrada desde hacía años.
Toda la novela está marcada, además, por un fuerte trasfondo social que es, en realidad, el centro de la novela: un dilema ético entre seguir las propias convicciones y valores morales a pesar de las posibles consecuencias o dejarse llevar por los dictámenes de la multitud, que absorbe a los individuos convirtiéndolos en una masa anónima que juzga y no perdona a quienes desoyen sus dictámenes.
La hojarasca es una novela brillante, muy bien estructurada, con una prosa y un lenguaje sencillos; ideal para iniciarse en la lectura de las obras de García Márquez. Quizás, de haber empezado por aquí, mis relaciones con el autor colombiano hubiesen sido muy distintas.
La hojarasca
Autor: Gabriel García Márquez
Editorial: Ediciones Primera Plana
Páginas: 95
ISBN: 84-8130-000-4
Anónimo
Nusansu
Yuuki
Nusansu