Es un día primaveral. La brisa recorre las calles, las voces de la gente que aprovecha el buen tiempo en las terrazas se mezclan en el aire con el sonido de los coches y el canto difuso de algún pájaro.
Avanzo por la calle con la brisa, sintiendo como juega con mi cabello, sonriéndome mientras me abro paso en ese mar de murmullos ininteligibles.
Unos ojos me atraen desde una terraza del callejón. Unos ojos que se sienten atraídos por los míos también. Una sonrisa. El silencio. Para él desaparecen los amigos que le hablan. Para mí desaparecen los edificios que me son tan cotidianos. Solos los dos, nos miramos, nos reconocemos, nos entendemos, nos entregamos al completo el uno al otro.
Tres segundos.
Una paloma alza el vuelo a mi paso. Regresa el sonido, los murmullos, las risas, la brisa entre los edificios viejos y marrones del callejón. El contacto se rompe y sigo mi camino sin interrumpir mis pasos.
Nadie se ha dado cuenta de nada. Solo nosotros dos. Dos completos desconocidos que se lo han dado todo con una mirada que jamás se repetirá.
Hay historias de amor que solo duran tres segundos.
Jonathan Naharro
Nusansu
Jonathan Naharro
Nusansu
Ara
Nusansu