Para finalizar el reto de lectura de 2017, tenía que escoger un libro que hubiese dejado a medias y darle una nueva oportunidad. Como ya dije anteriormente en un tag, tiene que haber un buen motivo para que yo deje un libro a medias, pero bueno… Tampoco está de más conceder segundas oportunidades.
Sin embargo, el fina ha sido el esperado, y, por mucho que me desagrade, no me queda más remedio que escribir mi primera reseña negativa… No veáis lo que me está costando escribir esto… Os aviso que la reseña va a ser larga y va a estar cargadita de spoilers (quiero intentar explicarme bien, ya que los comentarios no son alabanzas, precisamente).
El libro que escogí fue Shinigami, de Frank Peña; y lo escogí básicamente porque, de los pocos que he dejado a medias, era el más reciente y el que tenía más a mano.
En el primer capítulo de la historia nos encontramos con un inspector de policía, Derek Taylor, que va tras los pasos del mayor traficante de la ciudad, uno de esos hombres que parecen tener todos los ases en la manga y controlar todos los chanchullos importantes que se dan en la ciudad. Desafortunadamente para el inspector, es descubierto y enterrado vivo.
A continuación, nos encontramos con quien parece ser el protagonista principal de la historia: Kevin Drake, un profesor de universidad que ha perdido todo lo que tiene y que, por casualidad, se encuentra con lo que él interpreta como una manera de traer algo bueno al mundo. Con sus nuevas herramientas, unas armas especiales que el ejército ha desarrollado en secreto, se dedica a ser un héroe con el objetivo de acabar con la corrupción de la ciudad, pero nada parece salirle bien y las cosas se tuercen desde el principio. Tanto para el personaje como en la propia historia. Con nuevas personas y muchos personajes, la trama sigue un curso en el que todo parece ser demasiado grande y poco controlable.
Una de las cosas que han provocado que me cueste más avanzar por el libro han sido los errores ortotipográficos. Hasta tal punto que fui marcando todas las páginas en las que aparecía alguno y… bueno, ya veis el resultado.
El más destacado de todos, por recurrente, es la mala puntuación en los diálogos. Sorprende agradablemente que el autor conozca que lo preferible en español son las comillas angulares («») en vez de las inglesas (“”) y que el guion de diálogo es el largo (—), pero en cambio no tiene nada claro el uso de la puntuación y de las mayúsculas dentro de los diálogos y en los incisos. Hay, además, varios fallos en la puntuación en general (especialmente un marcado abuso de las comas).
Abusa también de la conjunción «mas», hay errores de concordancia de género y número, mezcla indistintamente el trato formal con el coloquial cuando los personajes hablan entre sí y los saltos de escena son confusos y están mal marcados, provocando que en ocasiones algunas escenas parezcan (o incluso estén) desconectadas del resto. Ha intentado solucionar esta confusión con la maquetación, jugando con el interlineado y las sangrías, pero no resulta útil. De hecho, no me di cuenta de ello hasta bien avanzado el libro.
Respecto a la trama, la idea no está del todo mal, pero se notan demasiado los referentes, haciendo que pierda frescura y originalidad; todo suena muy familiar. Además, el desarrollo de la misma resulta confuso: la historia parece girar entrono a unos personajes concretos, pero va introduciendo personajes secundarios que a veces confunden y distraen de la acción; hay demasiados personajes y todos quieren contar su historia, haciendo que se torne pesada y en ocasiones repetitiva. Abusa, además, de los cliffhanger y hace cambios de escena dentro del mismo capítulo en los que tienes que leer varias líneas para lograr situarte y enterarte de dónde y con quién estás, ya que no menciona el nombre del personaje hasta al cabo de un buen rato.
Además, apenas da respiros. Inicia la obra con un punto de tensión (han enterrado vivo al que de primeras parece el personaje principal y te deja sin saber si sobrevive o no) e intenta no bajar el nivel prácticamente en todo el rato, haciendo que leer resulte agotador, ya que la historia no es corta precisamente. Esto empeora con el hecho de que intenta hacer de la historia algo realista, pero al mismo tiempo los hechos que se desarrollan en ella pocas veces resultan creíbles. Refleja situaciones que se dan en la actualidad, pero multiplicándolas por mil, mostrando una ciudad y una sociedad que se muere en la miseria; donde la corrupción, las drogas y la locura mandan por encima de todo; donde parece no haber felicidad ni pensamientos positivos para aquellos que no pertenecen a una determinada élite e incluso entre los de esta élite; y donde nadie hace nada para cambiarlo, salvo organizar manifestaciones y huelgas. Ni siquiera los «héroes» o personajes positivos tienen un segundo de felicidad o de pensamiento positivo. Son simplemente buenas personas zarandeadas por un mundo que es un infierno contra el cual nada se puede hacer. Y, sin embargo, la vida transcurre con una relativa normalidad.
A continuación, voy a dedicar un espacio a los personajes, porque también tienen su miga:
Kevin Drake (Shinigami) parece ser el personaje principal de la historia. Un profesor bueno en su trabajo pero que vive por inercia desde el asesinato de su hija y el suicidio de su mujer. Encima, le dan el golpe de gracia dejando salir al asesino de su hija de la cárcel y despidiéndolo de la universidad porque no hay dinero para pagar a todos. Sin fe en la justicia ni en la sociedad, cuando por casualidad consigue un maletín con unas armas especiales, decide convertirse en un justiciero y vengar a su hija.
Es, para mí, un personaje que hace aguas por todos lados desde el principio. No he logrado creérmelo en ningún momento, no da el tipo de superhéroe ni es coherente. He tenido la constante sensación de que era una mezcla de Batman y Kira, movido por la venganza como el primero y con la arrogancia de creerse un dios del segundo, pero sin la preparación ni la inteligencia de ambos.
Se trata, ya lo he dicho, de un profesor de universidad, ni demasiado joven ni demasiado mayor, que vive en una espiral de depresión y autocompasión y que el único ejercicio que hace, aparentemente, es ir en bici de casa a la universidad. Pero de repente, cuando los electrokai (las armas misteriosas del ejército que son capaces de cortar cualquier material) caen en sus manos, se convierte en un experto en lucha con guadañas y con una puntería y una agilidad equiparables a las de los expertos a los que se enfrenta; y sin entrenamiento. Por otro lado, en ocasiones es tremendamente estúpido, ya que por mucho que se esconda y se disfrace, enseguida lo reconocen y lo descubren todos (Dalia, el Conde, Derek…). También en sus actos es incoherente: tan pronto mata a todo el que se le cruza por delante, como tiene miramientos con los pobres jóvenes que solo son títeres en manos de los verdaderos culpables de la corrupción de la ciudad. Y, además, aunque le dan varias palizas hasta que acaban con él, en vez de entrenarse y aprender a mejorar su ataque y su defensa, se pasa el rato diseñando su traje de superhéroe con la tela especial que iba con los electrokai (que también es importante, pero no tanto como para ser lo único que hace cuando no está persiguiendo a los malos).
Por otro lado, Derek Taylor es un inspector de policía que tiene dudas sobre todo: sobre el concepto de justicia, sobre la gente, sobre de quién es la culpa, sobre su trabajo, sobre lo que hace… Pero, sin embargo, quiere creer en el futuro y mejorar las cosas. Es el personaje que de primeras parecía el principal, luego queda relegado y luego vuelve a destacar para acabar de la peor manera de todas.
Además es, probablemente, el personaje más humano de la novela y el único que se molesta en querer establecer un poco de orden en la ciudad sin tener que asesinar a nadie por el camino. Es también el personaje con peor suerte de la novela: lo «matan» cuatro o cinco veces antes de la mitad del libro, lo inculpan y encierran en prisión y, cuando por fin parece que las cosas le van a ir mejor, lo traicionan y asesinan por la espalda. Una muerte completamente absurda, injustificada e innecesaria para la trama. Creo que se hubiese podido hacer algo mucho mejor con este personaje.
Jack es un personaje que pasa solo de refilón, pero al que se le da un peso relevante al final de la historia, por eso lo resalto aquí. Está ahí metido un poco con calzador, como reflejo de los jóvenes llevados a delinquir por la crisis pero que, en el fondo, son buenos. Tiene carácter, coraje y un sentido de la justicia correcto y se horroriza la primera vez que se ve obligado a mancharse las manos de sangre (al contrario que Kevin), aunque no duda en hacerlo para defender a un amigo. Sin embargo, no tiene ocasión de hacer nada relevante. Es introducido en medio de la novela, completamente desconectado del resto de tramas (aunque luego se le intenta enlazar un poco), solo para ser salvado de la cárcel por Derek y sustituir a Kevin durante el lapso de tiempo no narrado entre el final de la historia y el epílogo. Es un personaje que hubiese podido crear un buen tándem con Derek y estar mejor aprovechado, pero se queda a medio camino de nada.
Dalia es un personaje que, como Jack, está en medio de la nada. Es un personaje contradictorio, que ayuda a Kevin a ser Shinigami (e incluso parece sentir algo por él), pero, al mismo tiempo, juega con el otro bando. Sin embargo, es un personaje que parce irrelevante hasta los últimos capítulos, cuando piensas que a lo mejor no es un personaje tan inútil para, en el último momento, mostrarse como una arpía manipuladora y sin corazón que solo muestra un poco de compasión con los niños pequeños y… ¿quiere hacerse con el control de los negocios turbios de la ciudad, para hacer que esta sea menos corrupta? Otra contradicción, ya que no pretende eliminarlos, sino simplemente controlarlos todos…
Luego nos encontramos con el Conde (Vlad Stroke), al malo malísimo de la historia. Un cruce descarado entre el Padrino y Drácula (no hace falta ver más que el nombre, igual que el del famoso príncipe que dio origen al vampiro, y el apellido, perteneciente al autor de Drácula) con ciertos toques de Hannibal Lecter. Es un personaje odioso, cuya única motivación es controlar la ciudad y la crueldad en sí. Hiere, tortura y mata por el simple placer de hacerlo; desde luego, su trabajo como villano es inigualable.
Entre los malos, encontramos también a Extraño (el Desollador), que es otro personaje metido con calzador. Tiene algo que sí me ha gustado, y es que le faltan muchos tornillos en la cabeza. Es un admirador de Shinigami y decide «ayudarlo» en su tarea de eliminar la corrupción de la ciudad, aunque en realidad de dedica a matar a putas, gais y travestis y, cuando ya no puede moverse entre ellos, se va a por los gitanos; y lo hace por la simple satisfacción y excitación que le produce despellejarlos vivos. Sin embargo, de nuevo siento que no es más que una amalgama de personajes archiconocidos: en este caso, de Jack el Destripador y Ed Gein, el carnicero de Plainfield. Es, también, muy estúpido y su recorrido es corto: enseguida es acorralado por la policía, a la que no duda en masacrar de una forma muy retorcida (dejando a Ben, el compañero de Derek, como Dos Caras) y capturado por Hunter, el asesino del Conde.
Un personaje, Hunter, que podría haber dado más de sí, pero que también se limita a ser el cazador del Conde, cumpliendo sus órdenes, persiguiendo y enfrentándose a Shinigami (y quedando mal herido en el proceso) y del que se desconoce el final. Simplemente no se le vuelve a nombrar.
Finalmente, el último de la lista de villanos es Brian Stroke, hijo del Conde, quien es militar y finge ser de los buenos, pero se nota desde el principio (incluso cuando aún no conoces su apellido) que no es agua clara. Y, sin embargo, Derek, a pesar de no tenerlo claro, le da un voto de confianza que comporta la evidente traición que acaba con él en la cárcel y con Kevin muerto.
El envoltorio del libro está muy bien, no creo que la edición les haya salido barata (aunque lleve sello de editorial, es autoedición), ya que el papel es de calidad y la cubierta es de tapa dura; y el diseño interior, si no lees el contenido, es atractivo a la vista: con líneas separadas, bastantes blancos (aunque a mí, personalmente, no me gustan mucho) y una ilustración que encabeza cada nuevo capítulo. Resulta muy vistoso, pero tal vez el mimo que le han puesto al envoltorio externo (y el dinero invertido) habría sido mejor ponerlo en el contenido. Es evidente que el libro no ha pasado por un proceso de corrección profesional (y si lo ha hecho, que reclamen su dinero, porque vaya desastre) y el libro necesitaba un proceso de revisión y maduración antes de sacarlo a la luz. Perfilar detalles, mejorar personajes, reducir el elenco para que la historia fuese más fácil de manejar…
Compré el libro en una feria otaku que se celebra en mi ciudad, de manos del propio autor y del diseñador de la cubierta y el encabezamiento de los capítulos, y lo tengo hasta firmado. Lo compré porque el diseñador (que es quien hacía de «comercial») me resultó bastante convincente y la sinopsis de la contracubierta tampoco me disgustó… Sin embargo, creo que hacía tiempo que no me costaba tanto leer un libro. No lo considero una buena compra y, aunque me sabe mal, no he podido darle una valoración positiva.
Shinigami
Autor: Frank Peña Arias
Editorial: T-Raptor Editorial
Año: 2015
Páginas: 509
ISBN: 978-84-6168878-4
COonsigue el libro aquí.
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