Hace unos meses expliqué qué es un corrector, por qué es necesario y cuáles son los distintos tipos de correcciones que existen.
Hoy voy a explicar en qué consiste una de ellas: la corrección de estilo.
A menudo, los conceptos corrección de estilo y corrección ortotipográfica se confunden, creyendo que son lo mismo. Esto sucede porque, con los elementos relacionados con el lenguaje, generalmente no se distingue entre aquello que es puramente formal y aquello que da coherencia a un manuscrito. Muchas veces recibo propuestas de trabajo en las que me piden que revise la ortografía del texto, pero, tras hablar con el autor y que me especifique qué es lo que quiere que haga, en realidad lo que me está pidiendo es una corrección de estilo.
Entonces, ¿qué es la corrección de estilo?
A grandes rasgos, la corrección de estilo es la intervención lingüística que se realiza en un texto para conseguir que el lector lo entienda. Sin embargo, comprender un texto es una operación que depende de muchos factores: el objetivo del texto, el público al que va dirigido e incluso el medio en el que va a publicarse. No es lo mismo una novela de fantasía que una tesis doctoral. El corrector de estilo tendrá en cuenta todo esto a la hora de intervenir en un texto.
Sin embargo, como ya expliqué en el post anterior, el autor no debe preocuparse porque el texto pierda su toque personal, pues, aunque parezca contradictorio, en la corrección de estilo se corrige todo menos el estilo.
En una corrección de estilo se corrigen los errores gramaticales derivados de una mala redacción o del desconocimiento de las normas (incluso los que son producto de una rápida redacción), se valora la adecuación del vocabulario utilizado y se eliminan impropiedades léxicas, muletillas, comodines o incluso arcaísmos que no estén justificados. También se investiga la arquitectura interna del texto, su estructura, para comprobar si este se sostiene y se comprende bien; se verifica el orden de presentación de la información, si sobra o falta algo y si el lector dispone de todo lo necesario para comprender lo que el texto quiere comunicar; se eliminar lo innecesario o redundante; se adecua el registro al lector potencial; y se unifican los diferentes estilos que puedan aparecer en el libro.
Por el contrario, un corrector de estilo jamás modificará el estilo propio del autor, ya que su objetivo es potenciarlo, ni cambiará la estructura y organización del texto salvo para darle mayor coherencia (y siempre con el consentimiento del autor). Del mismo modo, nunca modificará la historia ni el desarrollo de los personajes o de la trama ni analizará su coherencia, no redactará el contenido (eso es tarea de los escritores y redactores) ni reescribirá textos. Asimismo, tampoco argumentará ni explicará cada uno de los cambios que realice en el texto, ya que su tarea no es enseñar lengua, sino mejorar el texto. Tampoco hay que confundir la corrección de estilo con el editing, que es otro tipo de intervención.
Sí puede elaborar índices temáticos, comprobar datos, transcribir y adaptar palabras extranjeras o acomodar el registro lingüístico, pero siempre que se haya pactado previamente con el autor (y con su retribución pertinente).
Esta corrección suele ser la primera en realizarse tras la correspondiente edición previa, aunque muchas veces, sobre todo con los libros autopublicados, suele obviarse la edición o esta acaba a cargo del corrector. Actualmente, lo habitual es hacer las correcciones sobre formato digital, en un procesador de textos, usando la herramienta de control de cambios para que el autor (o la editorial) puedan ver las modificaciones realizadas, aunque también se realizan sobre papel impreso mediante llamadas y signos de corrección.
Con todo esto, podríamos pensar que después de la corrección de estilo ya está el texto perfecto y puede publicarse tranquilamente, pero en realidad aún queda mucho por hacer. En próximas entradas os hablaré del siguiente paso: la corrección ortotipográfica.
Jonathan Naharro
Nusansu
Jonathan Naharro
Nusansu