Ofrenda a la tormenta es la tercera parte de la conocida como «Trilogia del Baztán», escrita por Dolores Redondo.
Tan solo un mes después de rescatar a Ibai de las tétricas garras de Rosario y el doctor Berasategui, Amaia Salazar debe enfrentarse a un nuevo y espeluznante caso: en Elizondo aparece muerto un bebé en circunstancias sospechosas. La causa, en un principio, parece ser muerte súbita del lactante, pero hay una serie de detalles que llaman la atención de los inspectores, como las marcas rojizas en el rostro de la niña, propias de la asfixia, y el convencimiento de la abuela de que el padre de la criatura tiene algo que ver con su muerte. Las sospechas se confirman cuando intenta llevarse el cadáver del bebé de su entierro. Sin tiempo para recuperarse, y con el convencimiento de que su madre sigue viva, Amaia y su equipo tendrán que enfrentarse de nuevo a la cara oscura del valle, un caso que se remonta varias décadas y que ha dejado un rastro a lo largo del río.
Debo decir que devoré con ansia las dos primeras partes de esta trilogía y, aunque la segunda me pareció un poco más floja que la primera, ambas lograron mantenerme pegada a las páginas, tratando de adivinar los giros y las conexiones y, aun así, sorprendiéndome al final. Sin embargo… Empecé a leer este libro casi un año después de terminar Legado en los huesos, por lo que al principio tuve que hacer un trabajo de recapitulación para recordar en qué punto estaba y quién era quién. Rápidamente me situé, pero aun así no logró lo mismo que las dos entregas anteriores.
Debo admitir que Ofrenda a la tormenta me ha decepcionado. No es una mala novela, por descontado, está bien escrita, bien desarrollada y conserva ese punto de suspense, de intentar descubrir cómo se enlazan los sucesos, que caracteriza los dos libros anteriores. Pero, así como en las anteriores te engaña, te hace dudar, intentar descubrir quién está detrás, en Ofrenda a la tormenta el lector sabe perfectamente por dónde van los tiros desde el principio del libro. Es predecible, e incluso, haciendo memoria, se puede empezar a intuir en el segundo libro. Y lo peor de todo es la frustración de ver que Amaia, «la inspectora estrella», con ese instinto sobrenatural y su carácter frío y racional, no es capaz de ver la verdad hasta que esta se le echa encima, literalmente.
Como consecuencia, el ritmo de esta novela es más lento. En la primera mitad, nos encontramos con una inspectora estancada, obsesionada con sus ideas, a las que da vueltas sin cesar, sin escuchar a los demás ni ver las obviedades que están ante sus ojos. Un suceso trágico cuando vamos por algo más de la mitad del libro, un giro realmente sorprendente e inesperado que casi me hizo gritar de indignación, parece poner las cosas en movimiento. Aun así, a pesar de empezar a establecer las conexiones y de ser cada vez más evidente lo que el lector sospecha casi desde el principio, Amaya sigue sin darse cuenta de quién es el cerebro en las sombras hasta que lo tiene frente a ella encañonándola con una pistola.
Amaya, en este libro, no es Amaya. Se vuelve egoísta, egocéntrica, caprichosa, atolondrada, incapaz de razonar y controlada por sus hormonas. Su instinto y su buen hacer como policía desaparecen cuando más los necesita y la mujer fuerte e independiente, con olfato para las investigaciones y que no se deja controlar, desaparece por el motivo más viejo (y tópico) del mundo: un hombre.
El resto de personajes, por su parte, actúa más como un coro de fondo, perdiendo parte del peso que tenían en los libros anteriores. James es ninguneado casi por completo, a pesar de sus leves intentos de sacar carácter, y la tía Engrasi, que tan relevante es en los otros actuando como ese puerto al que Amaia recurre cuando está perdida y como la parte más espiritual de los libros, tiene muy poca influencia en esta ocasión. Tienen un poco más de relevancia sus hermanas, ya que por fin Ros muestra su aspecto más decidido y pone a Flora contra la pared, tomando de una vez las riendas de su vida. Por su parte, Flora muestra también su lado más humano, aunque no es suficiente para lograr caerme bien.
En cuanto al antagonista principal… Es el más flojo de todos. Se muestra como un hombre carismático, atractivo y con un encanto especial que logra fascinar a todos y que, sin embargo, no logra engañar al lector, o por lo menos a mí no me engañó, ya que desde su primera aparición me resultó un personaje irritante y poco sutil.
También echo de menos ese elemento sobrenatural, mágico, mitológico con el que nos encontramos en los anteriores. Los «encuentros» de Amaya con las fuerzas elementales que protegen y atacan al valle se limitan a los sueños y a leves presentimientos. Las lecturas de tarot de Engrasi, que han ayudado y guiado a la inspectora en anteriores ocasiones, desaparecen casi por completo. Y en la confrontación final, en el momento en el que las dos grandes fuerzas antagónicas se enfrentan, cuando esperas a la diosa de la tormenta en todo su esplendor, pues viene anunciándotela desde hace rato, nos quedamos con la miel en los labios. El final es apoteósico, y en medio de una tormenta impresionante, pero sin rastro de magia o misticismo.
Por lo tanto, no puedo decir que esté satisfecha con Ofrenda a la tormenta. No es un mal libro, en absoluto, pero, comparado con sus dos predecesores, palidece y decepciona terriblemente a su lector. Dolores Redondo nos tenía muy mal acostumbrados en los dos anteriores: trama poco predecible, giros inesperados, escenas finales que te dejaban con la boca abierta, ritmo que no decaía, mezcla entre mitología y realidad… Ofrenda a la tormenta no tiene nada de esto, y el giro final no es ningún giro, porque el lector lo ve venir desde el primer momento (e, incluso, desde el final del segundo libro). Como colofón final de una trilogía tan buena, definitivamente no está a la altura.
Queda, sin embargo, una ventana abierta a una posible futura nueva aventura para la inspectora Salazar. Esperemos que algún día podamos leerla y Dolores Redondo nos deleite de nuevo con su habilidad para crear historias sorprendentes.
Ofrenda a la tormenta
Autor: Dolores Redondo
Editorial: Círculo de lectores
Año: 2014
Páginas: 505
ISBN: 978-84-672-6186-8
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